María Luisa Martell Contreras
Mtra. en Antropología Sociocultural
Año con año recordamos en la ciudad el día 21 de mayo, fecha alusiva a la gesta heroica en la cual participaron, tanto tropas del ejército insurgente como pobladores de la entonces Villa de Córdoba y sus alrededores; en la defensa de la villa de los ataques de las fuerzas realistas, durante seis días. Aunque en la memoria colectiva se ha quedado grabado el 21 de mayo como aquel día en que los habitantes de Córdoba tuvieron que librar una feroz batalla para evitar que la villa fuera tomada; pocos recuerdan que el inicio de la lucha fue el 15 de mayo y, para la madrugada del 21, las fuerzas del rey Fernando VII ya habían abandonado el lugar.
La valerosa resistencia por parte de los defensores de la independencia y demás pobladores rindió frutos cuando, el 20 de mayo después de un fuerte intercambio de balas con los realistas, fuego que inició a las diez de la noche con el ataque a la plaza y durante el cual los insurgentes llegaron a pensar en la rendición; poco a poco el ruido continuo del ataque español fue apaciguándose, a tal grado que pasadas las doce y media de la madrugada del día 21, se hizo un silencio profundo. Ante tal situación, se mandaron guerrillas de reconocimiento de parte de los insurgentes, para saber qué había pasado con el enemigo. Grande fue su sorpresa al descubrir que el ejército realista había huido, dejando tras su retirada municiones y demás armas, dentro de los pozos de las casas que habían invadido.
De este evento, que forma parte de la tradición oral de la ciudad, queda en nuestra memoria la evocación de la defensa de la villa ese 21 de mayo por tan valientes cordobeses, como parte de un hecho histórico de gran envergadura. Sin embargo, si contemplamos aquel panorama desde una perspectiva historiográfica, enfocada a lo cotidiano, no sé si muchos de nosotros nos hemos preguntado ¿qué pasó en los días siguientes a la destrucción de la villa, cómo consecuencia de la batalla?
Al respecto es importante destacar que se cuenta con información general en el volumen 66 del año 1821 de nuestro archivo histórico municipal, de algunas de las pérdidas sufridas por los pobladores de la villa relativo a sus casas y pertenencias. Este volumen en cuestión tiene una serie de documentos del mes de junio, presentados por los habitantes de la villa al ayuntamiento de ese momento, en dónde se enlistan, bajo el señalamiento: relación de pérdidas durante los seis días que atacó a la villa el coronel Francisco Hevia, los objetos materiales y patrimoniales que fueron sustraídos, destrozados o afectados durante los días de batalla.
En esta serie de cartas entregadas al ayuntamiento se pueden observar afectaciones de distinta índole como la pérdida de animales de corral: gallinas, y conejos; alimentos y productos diversos como miel, chocolate, arroz, sal, frijol, arrobas (cargas de 46 kilos) de tabaco y afectación a cafetales. Herramientas de trabajo para herrería y reparaciones. Muebles en general, instrumentos de música, libros, alhajas de oro, plata, diamantes, etc., así como loza de uso doméstico, cristalería fina, cuchillería y utensilios de cocina de cobre. Otras perdidas reportadas tienen que ver con telas finas y ropa de uso, como lo señalan los pobladores. Las afectaciones más grandes encontradas en esta relación son referentes a las casas dañadas por el fuego cruzado entre realistas e insurgentes, en dónde si una fue afectada por las balas, a otra más, ubicada en el barrio de San Sebastián, le cayó una granada. Las más afectadas fueron incendiadas en su totalidad como la casa de Francisco Suárez que se encontraba frente al parapeto (trinchera) ocho de la fortificación, el cual se menciona en las referencias históricas como el lugar en donde los realistas atacaron fuertemente. Acorde a lo que refiere el documento escrito por el señor Suárez, su casa fue incendiada, cito “…por su comandante el señor coronel Cromer, precaución que tomó para que el enemigo no se alojara protestando que la nación lo repondría…”
Tal y como puede observarse a partir de estos documentos históricos podemos darnos una idea de los daños cuantificables en lo material, que experimentaron los cordobeses que experimentaron esos seis días de angustia; no así, los daños emocionales que seguramente pervivieron en muchos de ellos.